lunes, 29 de diciembre de 2008

tabú, colecho?

José Maria

Del libro "Besame mucho" de Carlos Gonzalez

El último tabú
Nuestra sociedad parece muy tolerante porque muchas cosasque hace cien años estaban prohibidas se consideran ahoracompletamente normales. Pero si nos fijamos mejor, tambiénhay cosas que hace cien años eran normales y que ahora estánprohibidas. Tan completamente prohibidas que hasta nos parecenormal que sea así, tan normal como a nuestros bisabuelosles debía parecer su sistema de tabúes y prohibiciones.Muchos de los antiguos tabúes se referían al sexo; muchosde los actuales se refieren a la relación madre-hijo, para desgraciade los niños y de sus madres. Por ejemplo, la palabra «vicio»se usa ahora en una forma totalmente diferente a como la usabannuestros abuelos. Casi todo lo que entonces era «vicio» hadejado ahora de serlo.
Beber, fumar o jugar son ahora enfermedades(alcoholismo, tabaquismo, ludopatía), con lo que elpecador se ha convertido en víctima inocente. La masturbacióneI «vicio solitario» que tanto preocupaba a médicos y educadores)se considera normal. La homosexualidad es simplementeun estilo de vida. Hablar de vicio en cualquiera de esos casosse consideraría hoy un grave insulto. Hoy en día, sólo se llamavicio a algunas inocentes actividades de los niños pequeños: «Tieneel vicio de morderse las uñas. » «Llora de vicio. » «Si lo cogesen brazos, se va a enviciar. » «Lo que pasa es que está enviciadocon el pecho, y por eso no se come la papilla. »Si todavía tiene dudas sobre cuáles son los verdaderos tabúesde nuestra sociedad, imagine que va a su médico de cabeceray le explica una de las siguientes historias:1) «Tengo un niño de tres años y vengo a ver si me hace laprueba del sida, porque este verano he tenido relaciones sexualescon varios desconocidos. »2)«Tengo un niño de tres años y fumo un paquete al día. »3)«Tengo un niño de tres años; le doy el pecho y duermeen nuestra cama. »¿En cuál de los tres casos cree que su médico le echaría labronca? En el primer caso, le dirá «ah, bueno» y le pedirá laprueba del sida sin pestañear; todo lo más le recordará educadamentela conveniencia de usar el preservativo, lo mismoque en el segundo caso le explicará que el tabaco no es buenopara la salud (y si el médico también fuma, no le diránada de nada). Nadie la increpará: «¡Pero qué descaro, cómose atreve, una mujer casada, una madre de familia!»¿Y en el tercer caso? Conozco una historia real. Cuando lapsicóloga de la guardería se enteró de que Maribel estabadando el pecho a su hijo de dieciséis meses, la citó para explicarleque si no lo destetaba inmediatamente su hijo sería homosexual(uno no sabe si asombrarse más de los prejuicios contrala lactancia o de los prejuicios contra la homosexualidad).Como Maribel persistió en su «peligrosa»actitud, la psicólogallamó a su casa para hablar directamente con su marido yadvertirle del daño que su esposa estaba haciendo al hijo deambos.Nuestra sociedad, tan comprensiva en otros aspectos, lo esmuy poco con los niños y con las madres. Estos modernostabúes podrían clasificarse en tres grandes grupos:
— Relacionados con el llanto: está prohibido hacer caso delos niños que lloran, tomarlos en brazos, darles lo que piden.— Relacionados con el sueño: está prohibido dormir a losniños en brazos o dándoles pecho, cantarles o mecerles paraque duerman, dormir con ellos.— Relacionados con la lactancia materna: está prohibido darel pecho en cualquier momento o en cualquier lugar; o a unniño «demasiado» grande.
Casi todos ellos tienen una cosa en común: prohiben el contactofísico entre madre e hijo. Por el contrario, gozan de gran predicamentotodas aquellas actividades que tiendan a disminuir dichocontacto físico y a aumentar la distancia entre madre e hijo:
— Dejarlo solo en su propia habitación.— Llevarlo en un cochecito o en uno de esos incomodísimoscapazos de plástico.—Llevarlo a la guardería lo antes posible, o dejarlo con laabuela o mejor con la canguro (¡las abuelas los «malcrían»!).—Enviarlo de colonias y campamentos lo antes posibledurante el mayor tiempo posible.—Tener «espacios de intimidad» para los padres, salir sinniños, hacer «vida de pareja».
Aunque algunos intentan justificar estas recomendacionesdiciendo que es «para que la madre descanse», lo cierto esque nunca te prohiben nada cansado. Nadie te dice: «No frieguestanto, que se malacostumbra a tener la casa limpia», o «Iráa la mili y tendrás que ir tú detrás para lavarle la ropa». Enrealidad, lo prohibido suele ser la parte más agradable de lamaternidad: dormirle en tus brazos, cantarle, disfrutar con él.Tal vez por eso, criar a los hijos se hace tan cuesta arribapara algunas madres. Hay menos trabajo que antes (aguacorriente, lavadora automática, pañales desechables… ), perotambién hay menos compensaciones. En una situación normal,cuando la madre disfruta de la libertad de cuidar a suhijo como cree conveniente, el bebé llora poco, y cuando lohace su madre siente pena y compasión («Pobrecito, qué lepasará»). Pero cuando te han prohibido cogerlo en brazos, dormircon él, darle el pecho o consolarlo, el niño llora más, y lamadre vive ese llanto con impotencia, y a la larga con rabia y hostilidad («¡Y ahora qué tripa se le ha roto!»).Todos estos tabúes y prejuicios hacen llorar a los niños, perotampoco hacen felices a los padres. ¿A quién satisfacen, entonces?¿Tal vez a algunos pediatras, psicólogos, educadores y vecinosque los propugnan? Ellos no tienen derecho a darle órdenes,a decirle cómo ha de vivir su vida y tratar a su hijo.Demasiadas familias han sacrificado su propia felicidad yla de sus hijos en el altar de unos prejuicios sin fundamento.

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